martes, 15 de septiembre de 2015

EL TIGRE Y LA LIEBRE


Sucedió que un joven estaba muy decepcionado de la vida. Su amargura absoluta era por la forma tan inhumana en que se comportaban todas las personas. Parecía que ya a nadie le importaba nadie.

Sucedió que un día dando un paseo por el monte, vio sorprendido que una pequeña liebre le llevaba comida a un enorme tigre malherido que no podía valerse por sí mismo. Le impresionó tanto al ver este hecho, que regresó al siguiente día para ver si el comportamiento de la liebre era casual o habitual. Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre. Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la comida por su propia cuenta.

Admirado por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo: - "No todo está perdido. Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo haremos las personas." Así que el joven decidió rehacer la experiencia... se tiró al suelo, simulando que estaba herido, y se puso a esperar que pasara alguien y le ayudara. Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercó en su ayuda. Siguió así durante todo el día siguiente... y el siguiente... así que decidió no seguir.

Sentía dentro de sí todo el desespero del hambriento, la soledad del enfermo, la tristeza del
abandono, su corazón estaba devastado, casi no sentía deseos de levantarse, entonces allí, en ese instante, estando más decepcionado que al inicio, con la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio, oyó una voz con mucha claridad,... era una voz, muy dentro de él, que decía: - "Si quieres encontrar a tus semejantes, si quieres sentir que todo ha valido la pena, si quieres seguir creyendo en la humanidad... deja de hacer de tigre y simplemente se la liebre."

sábado, 8 de agosto de 2015

Chica Ciega


Había una chica que odiaba por ser ciega. Odiaba a todos, excepto a su novio amoroso. Él siempre estaba allí para ella. Un día ella le dijo a su novio:

"Si sólo pudiera ver el mundo, me casaría contigo"

Un día, alguien donó un par de ojos para ella. Cuando por fin retiraron el vendaje de sus ojos, fue capaz de verlo todo, incluyendo a su novio.

Él le preguntó: "¿Ahora que ya puedes ver el mundo, ¿quieres casarte conmigo?"

La niña miró a su novio y vio que era ciego. La apariencia de sus párpados cerrados la impresionó. Ella no se lo esperaba así. La idea de mirarlo el resto de su vida así la llevó a negarse a casarse con él. Dejo a su novio en lágrimas y días, más tarde él escribió una nota a ella diciendo: "Cuida bien de tus ojos, mi amor, porque antes de ser tuyos, fueron míos"

Sólo unos pocos recuerdan cómo era la vida antes y a quienes siempre estuvieron a su lado en las situaciones más dolorosas.

La vida es un regalo!


Anónimo
¿Qué se siente al ser vieja?


El otro día, una persona joven me preguntó: -¿Qué sentía al ser vieja?-

Me sorprendió mucho la pregunta, ya que no me consideraba vieja. Cuando vio mi reacción, inmediatamente se apenó, pero le expliqué que era una pregunta interesante. Y después de reflexionar, concluí que hacerse viejo es un regalo.

A veces me sorprendo de la persona que vive en mi espejo. Pero no me preocupo por esas cosas mucho tiempo. Yo no cambiaría todo lo que tengo por unas canas menos y un estomago plano. No me regaño por no hacer la cama, o por comer algunas "cositas" de más. Estoy en mi derecho de ser un poco desordenada, ser extravagante y pasar horas contemplando mis flores.

He visto algunos queridos amigos irse de este mundo, antes de haber disfrutado la libertad que viene con hacerse viejo.

-¿A quién le interesa si elijo leer o jugar en la computadora hasta las 4 de la mañana y después dormir hasta quien sabe qué hora?
 
Bailaré conmigo al ritmo de los 50's y 60's. Y si después deseo llorar por algún amor perdido...¡Lo haré!

Caminaré por la playa con un traje de baño que se estira sobre el cuerpo regordete y haré un clavado en las olas dejándome ir, a pesar de las miradas de compasión de las que usan bikini. Ellas también se harán viejas, si tienen suerte...

Es verdad que a través de los años mi corazón ha sufrido por la pérdida de un ser querido, por el dolor de un niño, o por ver morir una mascota. Pero es el sufrimiento lo que nos da fuerza y nos hace crecer. Un corazón que no se ha roto, es estéril y nunca sabrá de la felicidad de ser imperfecto. Me siento orgullosa por haber vivido lo suficiente como para que mis cabellos se vuelvan grises y por conservar la sonrisa de mi juventud, antes de que aparezcan los surcos profundos en mi cara.

Ahora bien, para responder la pregunta con sinceridad, puedo decir:
-¡Me gusta ser vieja, porque la vejez me hace más sabia, más libre!-
 
Sé que no voy a vivir para siempre, pero mientras esté aquí, voy a vivir según mis propias leyes, las de mi corazón. No pienso lamentarme por lo que no fue, ni preocuparme por lo que será. El tiempo que quede, simplemente amaré la vida como lo hice hasta hoy, el resto se lo dejo a Dios.


Anónimo

Llenando el Cántaro


Cuentan que una vez un hombre envió a su joven hijo a llenar un cántaro al río, y le dijo que volviera lo antes posible.

El joven obedeció y fue hacia el río mientras su padre le observaba de lejos.

Entonces éste vio a su hijo poniendo el cántaro debajo de una cascada, y la fuerza del agua fue tal y la cantidad tan grande que el líquido no logró entrar al recipiente pues su cuello era demasiado delgado.

Cuando el hijo llegó con el cántaro, le mostró como el cuello del mismo había sido roto por el fuerte y constante golpear del agua.

Además, este hecho provocó que el agua llegara turbia y sucia. El padre preguntó entonces:- "¿Por qué simplemente no sumergiste el cántaro en el río? No veías que el agua de la cascada era demasiada para el cuello del cántaro?".

El hijo contestó: "Sí, pero es que quería llenarlo lo más rápido posible".

Muchas veces en nuestras vidas tratamos de "llenarnos" a nuestro tiempo en un mundo acelerado y convulsionado. Dios conoce nuestra capacidad, y sabe que si hacemos las cosas como nosotros queremos podemos hacernos daño pues no estamos capacitados para hacerlo en ese momento, por eso logramos las cosas a medias y el agua que conseguimos no es pura ni cristalina, sino turbia.

Queremos tener todo "ya" y en el proceso muchas veces nos lastimamos por no dejar que Dios nos sumerja poco a poco en la corriente calmada del río.

¿Sabes ? Dios conoce tu capacidad, no quieras hacer las cosas en tu momento, pues Dios desea llenar tu cántaro hasta el tope, pero en SU momento y según TU capacidad.

domingo, 12 de julio de 2015

EL BAMBÚ JAPONÉS


No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.

También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada, jalándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: 

¡Crece!

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes:


Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.
En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas in-fértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!

¿Tardó sólo seis semanas crecer?

No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que este requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de quienes aspiran resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente respecto a que sólo llegan al éxito quienes luchan en forma perseverante y coherente y saben esperar el momento adecuado.

De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada esta sucediendo, y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que, en tanto no bajemos los brazos ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, sí esta sucediendo algo dentro de nosotros:ESTAMOS CRECIENDO, MADURANDO.

Si no consigues lo que anhelas, no desesperes, quizá sólo estés echando raíces...

jueves, 9 de julio de 2015

Las tres Rejas


El joven discípulo de un filósofo sabio llega a su casa y le dice:
-Maestro un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia...
-¡Espera! -lo interrumpe el filósofo-.
¿Hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
-¿Las tres rejas? -preguntó su discípulo.
-Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario...
-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces... -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

Mi Alma tiene prisa...


He contado mis años y he descubierto que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que he vivido hasta ahora...

Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido. 

No quiero estar en reuniones donde desfilan “egos”’ inflados.

No tolero a los manipuladores ni a los aprovechados.

Me molestan los envidiosos que tratan de desacreditar a los más capaces para apropiarse de sus puestos, sus talentos y sus éxitos.

Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…

Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.

Que sepa reírse de sus errores.

Que no se vanaglorie con sus triunfos.

Que no eluda sus responsabilidades.

Que defienda la dignidad humana.

Y que desee caminar al lado de la verdad y de la honradez.

Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas...

Gente a quien los duros golpes de la vida, le enseñaron a crecer.

Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.

Mi meta es llegar al final satisfecha y en paz con mis Seres queridos y con mi consciencia.

Basado en el texto titulado “El valioso tiempo de los maduros” del escritor brasileño Mario de Andrade (1893-1945).


martes, 7 de julio de 2015

LA BOLSA DE PAPAS


El tema del día era el resentimiento y el maestro nos había pedido que lleváramos papas y una bolsa de plástico. Ya en clase elegimos una papa por cada persona a la que guardábamos resentimiento. Escribimos su nombre en ella y la pusimos dentro de la bolsa. Algunas bolsas eran realmente pesadas. El ejercicio consistía en que durante una semana lleváramos con nosotros a todos lados esa bolsa de papas.

Naturalmente la condición de las papas se iba deteriorando con el tiempo. El fastidio de acarrear esa bolsa en todo momento me mostró claramente el peso espiritual que cargaba a diario y como mientras ponía mi atención en ella para no olvidarla en ningún lado, desatendía cosas que eran mas importantes para mi.


Todos tenemos papas pudriéndose en nuestra “mochila” sentimental. Este ejercicio fue una gran metáfora del precio que pagaba a diario por mantener el resentimiento por algo que ya había pasado y no podía cambiarse. Me di cuenta que cuando me llenaba de resentimiento, aumentaba mi stress, no dormía bien y mi atención se dispersaba.

Perdonar y dejarlas ir me lleno de paz y calma, alimentando mi espíritu. La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario a gotas pero que finalmente nos termina envenenando.

Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.

El perdón es una expresión de amor.

El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. No significa que estés de acuerdo con lo que paso, ni que lo apruebes. Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimo. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causan dolor o enojo.

La falta de perdón te ata a las personas con el resentimiento. Te tiene encadenado. La falta de perdón es el veneno mas destructivo para el espíritu ya que neutraliza los recursos emocionales que tienes.

El perdón es una declaración que puedes y debes renovar a diario. Muchas veces la persona mas importante a la que tienes que perdonar e es a ti mismo por todas las cosas que no fueron de la manera que pensabas.
“la declaración del perdón es la clave para liberarte”.
¿con que personas estas resentido? ¿a quienes no puedes perdonar? ¿eres tu infalible y por eso no puedes perdonar los errores ajenos?

Perdona para que puedas ser perdonado, recuerda que con la vara que mides, serás medido....


Zanahorias, Huevos y Café



Una hija se quejaba a su padre acerca de la dureza de la vida. No sabía cómo seguir adelante y, cansada de luchar, estaba a punto de darse por vencida. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.


El padre, un reconocido chef, la llevó a la cocina.


Llenó tres ollas con agua y las puso sobre un potente fuego. Cuando el líquido estaba hirviendo, echó zanahorias en la primera olla, una par de huevos en la segunda, y algunos granos de café en la tercera.

La hija esperó con impaciencia, preguntándose qué estaría haciendo su padre.
A los veinte minutos él apagó el fuego, puso las zanahorias en un recipiente y los huevos en otro, coló el café y lo sirvió en una jarra. Mirando a su hija, le preguntó:

Querida, ¿qué ves?

Zanahorias, huevos y café fue la respuesta.

El padre le pidió que tocara las zanahorias: estaban blandas.

Luego le dijo que rompiera un huevo: estaba duro.

Por último, le pidió que probara el café.

Ella sonrió, mientras disfrutaba el rico aroma de la bebida.

Humildemente, la joven pregunto:

¿Qué significa esto, papá?

Estos tres elementos, explicó él, se han enfrentado a la misma adversidad: el agua hirviendo y cada uno ha reaccionado en forma diferente:

La zanahoria, fuerte y dura, se tornó débil, fácil de deshacer.

El líquido del interior del huevo, protegido por una fina y frágil cáscara, después de estar sometido al intenso calor de los fogones de la cocina, se endureció.

Los granos de café transformaron el agua, convirtiéndola en la rica bebida que te reconforta y calienta.

¿Quién eres tú?, le preguntó el cocinero a su hija, cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿eres zanahoria, huevo o grano de café?




sábado, 2 de mayo de 2015

La historia de Teddy y la maestra Thompson

Esta es una historia que ocurrió hace muchos años sobre una maestra de escuela:

La joven señorita Thompson se puso frente a su clase de quinto el primer día de colegio y les dijo a sus alumnos una mentira. Como casi todos los maestros miró a sus alumnos y les dijo que les quería a todos por igual, pero eso era imposible porque, en la primer fila, desplomado en su asiento había un chico llamado Teddy Stallard.

La señorita Thompson había observado a Teddy por el colegio el curso anterior y había notado que no se llevaba bien con los otros niños, que su ropa era un desastre y que siempre iba sucio. Teddy podía resultar desagradable.

Llegó a tal punto que la profesora disfrutaba calificando sus trabajos con un rotulador grueso y rojo, haciendo grandes tachones para al final, poner un suspenso en grandes letras en la parte de arriba.

En el colegio, donde la señorita Thompson enseñaba, le pidieron que revisara los expedientes anteriores de todos sus alumnos. Ella dejó el de Teddy para el final. Sin embargo, cuando por fin abrió su expediente le esperaba una sorpresa: La maestra de primer curso de Teddy le había escrito en su expediente: "Teddy es un niño brillante y muy risueño. Sus deberes están bien cuidados y tiene buenos modales. Estar a su lado produce alegría"

La maestra de segundo había escrito: "Teddy es un alumno excelente, muy querido por sus compañeros, pero está preocupado porque su madre padece una enfermedad terminal y su vida en casa debe ser muy difícil"

Su maestra de tercero había escrito: "La muerte de su madre le ha afectado mucho. Intenta esforzarse, pero su padre no parece interesarse mucho por él, y su vida familiar empezará a perjudicarle si no se hace algo al respecto"

Su maestra de cuarto escribió: "Teddy es retraído, no muestra interés en clase, no tiene muchos amigos, incluso a veces se queda dormido"

A estas alturas, la señorita Thompson se dio cuenta del problema que tenía el niño y se sintió avergonzada.

Todavía se sintió peor cuando sus alumnos le llevaron regalos de navidad, todos envueltos con preciosos lazos y papeles brillantes, salvo el de Teddy. Su regalo estaba mal envuelto con un papel de verdulería. La señorita se esforzó mucho para abrirlo en medio de los otros regalos. Algunos niños se echaron a reír cuando ella descubrió un brazalete con piedras de imitación al que faltaban algunas y un frasco con sólo un cuarto de perfume en él.  Pero ella acalló las risas de los niños al decir lo bonito que era el brazalete, poniéndoselo y echándose un poco de perfume en la muñeca.

Ese día Teddy se quedó después de la clase sólo para poder decir: "Señorita Thompson, hoy usted ha olido igual que olía mi mamá"

Después de que los niños se fueran, ella se quedó llorando al menos una hora. Ese mismo día dejó de enseñar lectura, ortografía y aritmética; y en lugar de eso empezó a enseñar a los niños.

La maestra empezó a prestar especial atención a Teddy. Conforme iba trabajando con él, su mente parecía revivir.

Cuanto más le animaba ella, más deprisa reaccionaba él.

Al final del curso Teddy se había convertido en uno de los niños más listos de la clase, y pese a su mentira, se convirtió en uno de los preferidos de la maestra.

Un año después la maestra encontró una nota de Teddy bajo la puerta en la que le decía que ella seguía siendo la mejor maestra que ella había tenido en toda su vida.

Pasaron seis años. Ella seguía en la escuela dando clase. Un día encontró otra nota de Teddy bajo la puerta. En ella decía que había acabado el instituto siendo el tercero de la clase y que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida.

Cuatro años después recibió otra carta en la que decía que, pese a que las cosas habían sido algo difíciles, había seguido estudiando, se había esforzado y que se licenciaría con las mejores notas. Le aseguró a la señora Thompson que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida.

Otros cuatro años pasaron y recibió otra carta. Esta vez él contaba que, después de conseguir su licenciatura, decidió seguir estudiando. En la carta le decía que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida, pero esta vez su nombre era un poco más largo, la firmaba como Theodore F. Stallard, Doctor en Medicina.

Pero la historia no termina aquí. Aún recibió otra carta más esa primavera.  Teddy le decía que había conocido a una chica y se iba a casar. Le contaba que su padre había muerto un par de años antes y se preguntaba si la señora Thompson aceptaría ocupar el puesto en la boda, reservado normalmente a la madre del novio.

La señora Thompson así lo hizo y ¿sabéis qué?, se puso el brazalete aquel al que le faltaban algunas piedras y se aseguró de usar el mismo perfume que, seguramente Teddy recordaba había llevado su madre las últimas navidades que celebraron juntos.
Se reunieron y el doctor Stallard le susurró a la señora Thompson al oído:
"Muchísimas gracias por hacerme sentir importante y demostrarme que yo podía cambiar las cosas"

La señora Thompson con lágrimas en los ojos le susurró a él:

"Te equivocas, tú eres el que me enseñó a mí que yo podía cambiar las cosas. No sabía enseñar hasta que te conocí a ti"



El Vuelo de los pájaros


Un grupo de pájaros en forma de "V" cruzaba el cielo cuando a una nube le dio la curiosidad y quiso saber  a dónde se dirigían y qué planes tenían.

Esperó a cruzarse en su camino y con delicadeza, sin molestar ni entorpecer la marcha, que adivinaba que sería importante, se acercó con cuidado al último pájaro de una de las ramas de la "V" y le preguntó dulcemente:

- Dime, querido pájaro, si me lo puedes decir:

¿dónde os dirigís en un vuelo tan recto y tan largo, y qué vais a hacer allá?

El pájaro, sin dejar de volar al ritmo de sus compañeros, contestó:

- ¡Ay si yo lo supiera!. Pero no tengo ni idea. Yo no hago más que seguir a mi compañero de delante. Voy donde va él, y vuelo hacia dónde él vuela. Pregúntale a él. Él lo sabrá.

La nube se adelantó un poco, hasta llegar al pájaro de delante, y recibió la misma respuesta. Y así fue como pasando de un pájaro a otro y de una rama de la "V" a la otra, sin conseguir saciar su curiosidad.

Todos le decían que ellos no sabían nada y que preguntara a los demás, que ellos lo sabrían. Pero nadie sabía nada. Cada uno seguía al de delante, sin preguntarse nada y no podían dar respuesta.

La nube tenía cada vez más curiosidad, hasta que no le quedó otro remedio que dirigirse al pájaro de la punta de la "V" corriendo el riesgo de molestarlo y distraerlo en su importante tarea de guía del grupo. Se disculpó, y le preguntó dónde iba con todos aquellos compañeros que lo seguían. El pájaro que hacía de guía le contestó:

- ¡Qué más quisiera yo, que saberlo! No tengo ni idea de dónde vamos. Pero todos estos me vienen empujando por detrás, y no tengo más remedio que seguir volando, aunque no sepa donde me llevan.


¡Ellos lo sabrán!. Pregúntales a ellos.

La Roca


Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios.
El Señor le dijo que tenía un trabajo para él y le enseñó una gran roca frente a la cabaña.
Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas.
El hombre hizo lo que el Señor le pidió.
Por muchos años, día a día, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas… y ésta no se movía.
Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano.
Como el hombre empezó a sentirse frustrado, Satanás decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a su mente:
“Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido” Le dio al hombre la impresión que la tarea haz que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracaso.
Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión.
Satanás le dijo:
“¿Por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible? Sólo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente”
El hombre pensó en poner en práctica esto pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos:
“Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aun así, no he podido mover la roca ni un milímetro ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? ”
El Señor le respondió con compasión y ternura:
“Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras y tú aceptaste te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras"
Tu tarea era empujar. Ahora vienes a mí sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero, ¿en realidad fracasaste?
Mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras.
A pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez.
Cierto, no has movido la roca pero tu misión era empujar y confiar en mí.
Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, Yo moveré la roca

Autor Desconocido

viernes, 1 de mayo de 2015

El Espejo de Matsuyama


En Matsuyama, lugar remoto de la provincia japonesa de Echigo, vivía un matrimonio de jóvenes campesinos que tenían como centro y alegría de sus vidas a su pequeña hija.

Un día el marido tuvo que viajar a la capital para resolver unos asuntos. Ante el temor de su mujer por viaje tan largo y a un mundo tan desconocido, la consoló con la promesa de regresar lo antes posible y de traerle, a ella y a su hijita, hermosos regalos.

Después de una larga temporada, que a la esposa se le hizo eterna, vio por fin a su esposo de vuelta a casa y pudo oír de sus labios lo que le había sucedido y las cosas extraordinarias que había visto, mientras que la niña jugaba feliz con los juguetes que su padre le había comprado.

-Para ti - le dijo el marido a su mujer- te he traído un regalo muy extraño que sé que te va a sorprender. Míralo y dime qué ves dentro.

Era un objeto redondo, blanco por un lado, con adornos de pájaros y flores, y  por el otro muy brillante y terso. Al mirarlo, la mujer, que nunca había visto un espejo, quedó fascinada y sorprendida al contemplar a una joven y alegre muchacha a la que no conocía. El marido se echó a reír al ver la cara de sorpresa de su esposa.

-¿Qué ves? -le preguntó con guasa.

-Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme.

-Querida -le dijo el marido-, lo que ves es tu propia cara reflejada en esa lámina de cristal. Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy corriente.

La mujer quedó encantada con aquel maravilloso regalo; lo guardó con sumo cuidado en una cajita y sólo, de vez en cuando, lo sacaba para contemplarse.

Pasaba el tiempo y aquella familia vivía cada día más feliz. La niña se había convertido en una linda muchacha, buena y cariñosa, que cada vez se parecía más a su madre; pero ella nunca le enseñó ni le habló del espejo para que no se vanagloriase de su propia hermosura. De esta manera, hasta el padre se olvidó de aquel espejo tan bien guardado y escondido.

Un día, la madre enfermó y a pesar de los cuidados de padre e hija, fue empeorando, de manera que ella misma comprendió que la muerte se le acercaba. Entonces, llamó a su hija, le pidió que le trajera la caja en donde guardaba el espejo, y le dijo:

-Hija mía, sé que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté con ustedes, prométeme que mirarás en este espejo todos los días. Me verás en él y te darás cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti.

Al morir la madre, la muchacha abrió la caja del espejo y cada día, como se lo había prometido, lo miraba y en él veía la cara de su madre, tan hermosa y sonriente como antes de la enfermedad.

Con ella hablaba y a ella le confiaba sus penas y sus alegrías; y aunque su madre no le decía ni una palabra, siempre le parecía que estaba cercana, atenta y comprensiva.

Un día el padre la vio delante del espejo, como si conversara con él. Y ante su sorpresa, la muchacha contestó:

-Padre, todos los días miro en este espejo y veo a mi querida madre y hablo con ella.

Y le contó el regalo y el ruego que su madre la había hecho antes de morir, lo que ella no había dejado de cumplir ni un solo día.

El padre quedó tan impresionado y emocionado que nunca se atrevió a decirle que lo que contemplaba todos los días en el espejo era ella misma y que, tal vez por la fuerza del amor, se había convertido en la fiel imagen del hermoso rostro de su madre.


Anónimo Japonés

jueves, 30 de abril de 2015

Donación de Sangre

Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un Hospital, conocí a una niña que sufría una extraña enfermedad. 

La única oportunidad de recuperarse aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quién había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.

El medico explicó la situación al hermano de la pequeña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar sangre a su hermana. Lo vi dudar por un momento antes de hacer un gran suspiro y decir:

- Sí, lo haré, si esto la salva.

Mientras la transfusión continuaba, él estaba estirado en una cama junto a la de su hermana, y sonreía mientras nosotros los asistíamos y veía devolver el color a las mejillas de la niña. 

En un determinado momento la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró el doctor y le preguntó con voz temblorosa:

- ¿A qué hora empezaré a morirme?

Siendo sólo un niño, no había comprendido la explicación del doctor: Él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana, y entonces moriría.

Que tengas un hermoso día, paz y amor.


El Anillo


-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. 

Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto.

¿Cómo puedo mejorar?

¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro sin mirarlo, le dijo: 

-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... 

- y haciendo una pausa agregó:

- Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

- E... encantado, maestro, titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.

- Bien, asintió el maestro. 
Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó


- Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes.

Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. 

Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.

En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado - más de cien personas - y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. 

Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la habitación.

- Maestro - dijo


- lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

- Qué importante lo que dijiste, joven amigo - contestó sonriente el maestro.

- Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. 

Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? 

Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. 

Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: 

- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

- 58 monedas!!! Exclamó el joven.

- Sí, replicó el joyero - yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate - dijo el maestro después de escucharlo.


- Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede valorarte verdaderamente un experto. 

¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvio a su trabajo.


Autor:Jorge Bucay