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lunes, 27 de abril de 2015

Hermanos




Dos hermanos, uno soltero y otro casado, poseían una granja cuyo fértil suelo producía abundante grano, que ellos se repartían a partes iguales.

Al principio todo iba perfectamente. Pero llegó un momento en que el hermano casado empezó a despertarse sobresaltado todas las noches, pensando: "No es justo. Mi hermano no está casado y se lleva la mitad de la cosecha; pero yo tengo mujer y cinco hijos, de modo que en mi ancianidad tendré todo cuanto necesite.

¿Quién cuidará de mi pobre hermano cuando sea viejo?

Necesita ahorrar para el futuro más de lo que actualmente ahorra, porque su necesidad es evidentemente, mayor que la mía.

Entonces se levantaba de la cama, acudía sigilosamente adonde su hermano y vertía en el granero de éste un saco de grano.

También el hermano soltero comenzó a despertarse por las noches y a decirse a sí mismo:

-Esto es una injusticia. Mi hermano tiene mujer y cinco hijos y se lleva la mitad de la cosecha. Pero yo no tengo que mantener a nadie más que a mí mismo. 

Es justo, acaso, que mi pobre hermano cuya necesidad es mayor que la mía, reciba lo mismo que yo?

Entonces se levantaba de la cama y llevaba un saco de grano al granero del hermano.

Un día, se levantaron de la cama al mismo tiempo y tropezaron uno con otro, cada cual con un saco de grano en la espalda.


Muchos años más tarde, cuando ya habían muerto los dos, el hecho se divulgó. Y cuando los ciudadanos decidieron erigir un templo, escogieron para ello el lugar en el que ambos hermanos se habían encontrado, porque no creían que hubiera en toda la ciudad un lugar más santo que aquel.

Anónimo

El Espejo donde me veo


Un campesino  se fue a la ciudad para vender su cosecha y su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine.

Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. 

Después, un poco confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había pedido algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar. 

Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo.

Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. 

La mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas.

La mujer le dio el espejo y le dijo:

-Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa.

La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:

-No tienes de qué preocuparte, es una anciana.



Anónimo

El Espejo

Había una vez un anciano que pasaba los días sentado junto a un pozo de agua a la entrada de un pueblo.

Un día, un joven se le acercó y le preguntó:
-Yo nunca anduve por estos lugares. ¿Cómo son sus habitantes?

El anciano le respondió con otra pregunta:
-¿Cómo son los de la ciudad de la que vienes?

-Egoístas y malvados. Por eso me siento contento de haber salido de allí -le dijo el muchacho.
-Así también son los habitantes de esta ciudad -respondió el anciano.

Tiempo después, se le acercó otro joven y le hizo la misma pregunta:

-Acabo de llegar a este lugar, ¿Cómo son sus habitantes?

El anciano, nuevamente contestó:
-¿Cómo son los de la ciudad de donde vienes?

-Son buenos, generosos, hospitalarios, honestos y trabajadores. Allí tengo tantos amigos que me ha costado mucho irme –afirmó el muchacho.

-También los habitantes de esta ciudad son así -contestó el anciano.

En cuanto el joven se alejó, un hombre que había llevado a sus animales a tomar agua al pozo y que había escuchado ambas conversaciones, le preguntó: 
¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes ante la misma requisitoria?

Verás -le respondió-, cada uno lleva el universo en su corazón. 
Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí. En cambio, aquel que tenía amigos en su ciudad, también los encontrará aquí. Porque las personas son las que encuentran en si mismas, encuentran siempre lo que esperan encontrar.

Anónimo


domingo, 26 de abril de 2015

El Cielo y el Infierno


Cierto día, un gran sabio religioso le pidió a Dios que le permitiera ver como era el Cielo y el Infierno para compartir su experiencia con los demás hombres.

El sabio de inmediato se sumergió en sueños y mediante el poder de Dios su alma viajó a los diferentes destinos.

Dios decidió mostrarle primero el infierno. Era una gran mansión, cuya única habitación era un largo e infinito comedor. El comedor era tan amplio como una autopista y al frente de cada comensal estaban servidos los mejores y más variados platillos y manjares existentes.

El sabio observó detenidamente sus caras y notó que estaban enfermos, y que tenían hambre ya que sus cubiertos eran tan largos como remos, y por más que intentaran estirar sus brazos no alcanzaban a alimentarse.

El sabio simplemente observó detenidamente y en silencio. Imaginaba que el cielo sería totalmente diferente.

Después de observar unos segundos más, Dios decidió mostrarle al sabio el Cielo. El sabio comenzó a mover sus manos mientras ascendía en ese lento trance.

Cual sería el asombro de ver la misma mansión, y entrar en ella. La única habitación era un gran comedor con las mismas dimensiones y características del infierno. Estaba servida con los mismos platillos ostentosos… Sabía que algo diferente tenía que ocurrir.

Observó que los comensales, a pesar de tener cucharas tan largas como remos se veían saludables, llenos de vigor y felices.. Él sabio se preguntó a sí mismo: 

¿Pero cómo están tan felices si ellos por si mismos no pueden alimentarse?... 

Ahhhh, es eso... Y observó que cada comensal alimentaba al que estaba en frente.

Anónimo

Un hombre, su caballo y su perro.


Un hombre, su caballo y su perro caminaban por una calle. Después de mucho caminar, el hombre se dio cuenta de que los tres habían muerto en un accidente.

Hay veces que lleva un tiempo para que los muertos se den cuenta de su nueva condición.

La caminata era muy larga, cuesta arriba. El sol era fuerte y los tres estaban empapados en sudor y con mucha sed. Precisaban desesperadamente agua. En una curva del camino, avistaron un portón magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza calzada con bloques de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde brotaba agua cristalina. 

El caminante se dirigió al hombre que desde una garita cuidaba de la entrada.

-Buen día -dijo el caminante.
-Buen día -respondió el hombre.
-¿Qué lugar es este, tan lindo? -preguntó el caminante.
-Esto es el cielo -fue la respuesta.
-Qué bueno que llegamos al cielo, estamos con mucha sed -dijo el caminante.
-Usted puede entrar a beber agua a voluntad -dijo el guardián, indicándole la fuente.
-Mi caballo y mi perro también están con sed.
-Lo lamento mucho -le dijo el guarda-. Aquí no se permite la entrada de animales.

El hombre se sintió muy decepcionado porque su sed era grande. Mas él no bebería, dejando a sus amigos con sed. De esta manera, prosiguió su camino. Después de mucho caminar cuesta arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a un sitio cuya entrada estaba marcada por un portón viejo se-mi abierto. El portón daba a un camino de tierra, con árboles de ambos lados que le hacían sombra. A la sombra de uno de los árboles, un hombre estaba recostado, con la cabeza cubierta por un sombrero; parecía que dormía...

-Buen día -dijo el caminante.
-Buen día -respondió el hombre.
-Estamos con mucha sed, yo, mi caballo y mi perro.
-Hay una fuente en aquellas piedras -dijo el hombre indicando el lugar-. Pueden beber a voluntad.

El hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed.

-Muchas gracias -dijo el caminante al salir.
-Vuelvan cuando quieran -respondió el hombre.
-A propósito -dijo el caminante- ¿cuál es el nombre de este lugar?
-Cielo -respondió el hombre.
-¿Cielo? ¡Mas si el hombre en la guardia de al lado del portón de mármol me dijo que allí era el cielo!
-Aquello no es el cielo, aquello es el infierno.

El caminante quedó perplejo. Dijo:
-Esa información falsa debe causar grandes confusiones.
-De ninguna manera -respondió el hombre-. En verdad ellos nos hacen un gran favor.

Porque allí quedan aquellos que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.

Anónimo

martes, 21 de abril de 2015

¿Contra quién luchamos?


Se cuenta lo que un anciano anacoreta o ermitaño  se refugió en la soledad de la montaña para dedicarse a la oración y a la penitencia.

Este ermitaño se quejaba muchas veces que tenía demasiado que hacer.

La gente le preguntó cómo era eso de que en la soledad y en la montaña tuviera tanto trabajo. 

Les contestó:

"Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león".

“No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives.”

“¿Dónde están todos estos animales?”

Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron:

“Porque estos animales los tienen todos los hombres, ustedes también.”

Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que domarlos para que sólo se lancen sobre una presa buena; son mis ojos.

Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir; son mis dos manos.

Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me guste; son mis dos pies.

Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista para morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula. Si no la vigilo de cerca hace daño; es mi lengua.

El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día; es mi cuerpo.

Finalmente necesito domar al león que quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso; es mi corazón.

Anónimo

sábado, 18 de abril de 2015

La Tristeza y la Furia


Existe en lo más profundo del bosque una puerta a un lugar encantado donde muchos hombres nunca pueden llegar, y donde otros muchos transitan eternamente sin darse cuenta... 

Ese lugar es mágico, ya que en él se vuelven concretas todas aquellas cosas que no podemos ver.


A una laguna de agua cristalina y pura, mágica y transparente se acercaron para bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas, entrando en el agua desnudas y de la mano.

La furia, intranquila como siempre esta la furia, apurada sin motivo, se bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua.

Pero la furia es ciega, y no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apresurada, se puso al salir la primera ropa que encontró... la de la tristeza. Y así, vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro, sin conciencia del paso del tiempo, con lenta pereza, salió del estanque. 
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.

Si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si miramos bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... se esconde la tristeza.

Un Niño

Una vez el pequeño niño fue a la escuela. Era muy pequeñito y la escuela muy grande. Pero cuando el pequeño niño descubrió que podía ir a su clase con sólo entrar por la puerta del frente, se sintió feliz.

Una mañana, estando el pequeño niño en la escuela, su maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. Qué bueno- pensó el niño, a él le gustaba mucho dibujar, él podía hacer muchas cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y botes. Sacó su caja de colores y comenzó a dibujar.

Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de empezar, y ella esperó a que todos estuvieran preparados. Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar flores. ¡Qué bueno! - pensó el niño, - me gusta mucho dibujar flores, y empezó a dibujar preciosas flores con sus colores.

Pero la maestra dijo: - Esperen, yo les enseñaré cómo, y dibujó una flor roja con un tallo verde. El pequeño miró la flor de la maestra y después miró la suya, a él le gustaba más su flor que la de la maestra, pero no dijo nada y comenzó a dibujar una flor roja con un tallo verde igual a la de su maestra.

Otro día cuando el pequeño niño entraba a su clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer algo con barro. ¡Qué bueno! pensó el niño, me gusta mucho el barro. Él podía hacer muchas cosas con el barro: serpientes y elefantes, ratones y muñecos, camiones y carros y comenzó a estirar su bola de barro.

Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de comenzar y luego esperó a que todos estuvieran preparados. Ahora, dijo la maestra, vamos a moldear un plato.
¡Qué bueno! pensó el niño. A mí me gusta mucho hacer platos y comenzó a construir platos de distintas formas y tamaños.

Pero la maestra dijo: -Esperen, yo les enseñaré cómo y ella les enseñó a todos cómo hacer un profundo plato. -Aquí tienen, dijo la maestra, ahora pueden comenzar. El pequeño niño miró el plato de la maestra y después miró el suyo. A él le gustaba más su plato, pero no dijo nada y comenzó a hacer uno igual al de su maestra.

Y muy pronto el pequeño niño aprendió a esperar y mirar, a hacer cosas iguales a las de su maestra y dejó de hacer cosas que surgían de sus propias ideas.

Ocurrió que un día, su familia, se mudó a otra casa y el pequeño comenzó a ir a otra escuela. En su primer día de clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. Qué bueno pensó el pequeño niño y esperó que la maestra le dijera qué hacer.

Pero la maestra no dijo nada, sólo caminaba dentro del salón.

Cuando llegó hasta el pequeño niño ella dijo: ¿No quieres empezar tu dibujo?

Sí, dijo el pequeño ¿qué vamos a hacer? No sé hasta que tú no lo hagas, dijo la maestra. ¿Y cómo lo hago? - preguntó.
Como tú quieras contestó.
¿Y de cualquier color?
De cualquier color dijo la maestra.
Si todos hacemos el mismo dibujo y usamos los mismos colores, ¿cómo voy a saber cuál es cuál y quién lo hizo?
Yo no sé, dijo el pequeño niño, y comenzó a dibujar una flor roja con el tallo verde.”

 (sobre la libertad) Helen Buckley

Interpretación

Esa historia trata de un niño que tiene que dibujar y bricolar en su escuela siempre como la profesora lo dice. Dice la profesora que todos tienen que dibujar del mismo gusto. Después el niño cambia la escuela y otra profesora dice que todos los niños pueden dibujar como quieren porque de otra manera no sería posible diferenciar los dibujos. 

Los lectores van a ver en esa historia como es una educación que quiere formar solo un gusto y va salir una sociedad tonta porque la gente no aprendieron realizar ideas diferentes - y como es educar los niños realizando su gusto personal con muchas ideas lo que va a ser una sociedad variada creativa. 

El Corazón perfecto

Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.

Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni máculas ni rasguños.

Sí, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que hubieran visto. Al verse admirado el joven se sintió más orgulloso aún, y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar. De pronto un anciano se acercó y dijo: ¿Por qué dice eso, si tu corazón no es ni tan, aproximadamente, tan hermoso como el mío?

Sorprendidos la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y éstos habían sido reemplazados por otros que no encastraban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares en su derredor. Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.

La mirada de la gente se sobrecogió - "¿Cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?", pensaron...

El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado desgarbado, se echó a reír. "Debes estar bromeando," dijo. "Compara tu corazón con el mío... El mío es perfecto. En cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor.

"Es cierto," dijo el anciano ", tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo... Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor.

Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos compartido.

"Hubo oportunidades, en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio. De ahí quedaron los huecos, dar amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza, que algún día - tal vez - regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón." ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?"

El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció. El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón, luego a su vez arrancó un trozo del suyo ya viejo y maltrecho, y con él tapó la herida abierta del joven. La pieza se amoldó, pero no a la perfección. Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes. El joven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía mucho más

Hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.

jueves, 16 de abril de 2015

El Perro sujetado...

En un lujoso palacio vivía un brahmino, gobernador de una región y dueño de un maravilloso perro. El animal era corpulento, fiero y de temperamento orgulloso. No era difícil que se enfrentara a otros perros, por lo que casi siempre lo paseaban atado con una correa. Perro y amo eran caracteres jactanciosos merecedores el uno del otro.

Cada vez que el perro se encontraba con otro can, empezaba a tirar de la correa con todas sus fuerzas. Su amo, sin dejar de sujetarlo con determinación, intentaba calmarlo hablándole dulcemente: " no hagas así...déjale al pobrecito tranquilo".

También se agachaba y le rodeaba con el brazo como para protegerle mientras que el bravo animal mostraba todo su repertorio de amenazas. Parecía de verdad un perro fiero e implacable. Dado su tamaño y su furor, todos le temían.

Un día, el brahmino encargó a un nuevo sirviente que paseara al perro, pero olvidó advertirle sobre el carácter del animal, quizás dando por hecho que todo el mundo tenía que saber que el perro del brahmino era algo especial. No obstante, para el sirviente, éste era únicamente un perro como muchos, por lo cual ignoraba su excentricidad.

Como era previsible, nada más encontrarse en contacto visual con otro can, el animal del brahmino dio rienda suelta a su violento temperamento y, de repente tiró enérgicamente de la correa. El siervo, que no estaba preparado para tal situación, no supo reaccionar adecuadamente y soltó la cinta. El perro perdió ligeramente el equilibrio hacia delante, dándose así cuenta de que no estaba siendo sujetado. Ahora estaba libre de sujeción y que la acción dependía exclusivamente de él, se encontró frente a un dilema: o dar séquito a sus amenazas iniciales empezando la batalla, o evitar la confrontación.

El imperioso animal titubeó: al fin y al cabo el otro perro, aún más pequeño, no había dado signos de sumisión y estaba listo para la lucha. "Seguramente -se dijo el noble perro- podría matarle fácilmente, pero si me mordiera, ¿Qué sería de mi noble aspecto?. No, no merece la pena. Por esta vez le dejaré vivir". Emitió unos gruñidos y volvió donde el servidor.

Una vez en el palacio, el doméstico relató lo ocurrido al brahmino, el cual vislumbró la verdad sobre la naturaleza de su perro y la del hombre y, desde entonces, acostumbró a pasear al animal sin ataduras. No sólo el perro dejó de amenazar a los otros animales, sino que también los súbditos del brahmino vivieron más felices.


El perro le había mostrado a su dueño la manera sabia de gobernar.

Por: Marc E. Boillat de Corgemont Sartorio

El Viajero


Hubo una vez un viajero cuyo destino era llegar a la Tierra del Sol.

Emprendió el viaje pero era largo el camino. Tan largo era que a veces se aburría.

Pensó que para hacer más entretenido su viaje podría detenerse de tanto en tanto en los quioscos y en los pueblos que quedaban en el camino.

Cada vez se quedaba más tiempo en los poblados y cada vez fue menos tiempo el que usaba en recorrer la ruta hacia su destino.

Un buen día, tanto se entretuvo en uno de esos poblados que simplemente olvidó que estaba en un viaje hacia la Tierra del Sol y se olvidó de su destino.

Pasó el tiempo y una sequía asoló el pueblo y todas las diversiones del viajero desaparecieron. Recordó entonces cuál era su destino.

Se enfureció con el pueblo que lo había desviado de su viaje y permaneció allí llorando y rezongando de cómo lo habían engañado.

Al verlo, otro viajero que pasaba por allí se compadeció de él y le dijo:


Antes reías por las diversiones del pueblo, ahora lloras por el engaño del pueblo, lo uno y lo otro te tienen detenido. 
Perdónate a ti mismo, ríe y comienza a caminar nuevamente hacia la Tierra del Sol. 
¿Cómo quieres que te encuentre la amiga Muerte? 
¿Rezongando por tu mala suerte o caminado hacia tu destino?"

miércoles, 8 de abril de 2015

El Té


Un importante catedrático universitario se encontraba últimamente en extraños estados de ánimo: se sentía ansioso, infeliz y si bien creía ciegamente en la superioridad que su saber le proporcionaba, no estaba en paz consigo mismo ni con los demás. 

Su infelicidad era tan profunda cuan su vanidad. En un momento de humildad había sido capaz de escuchar a alguien que le sugería aprender a meditar como remedio a su angustia. Ya había oído decir que el zen era una buena medicina para el espíritu.

En su región vivía un excelente maestro y el profesor decidió visitarle para pedirle que le aceptara como estudiante.

Una vez llegado a la morada del maestro, el profesor se sentó en la humilde sala de espera y miró alrededor con una clara -aunque para él imperceptible- actitud de superioridad. 

La habitación estaba casi vacía y los pocos ornamentos sólo enviaban mensajes de armonía y paz. El lujo y toda ostentación estaban manifiestamente ausentes.

Cuando el maestro pudo recibirle y tras las presentaciones debidas, el primero le dijo:

 "Permítame invitarle a una taza de té antes de empezar a conversar". 

El catedrático asintió disconforme. En unos minutos el té estaba listo. 

Sosegadamente, el maestro sacó las tazas y las colocó en la mesa con movimientos rápidos y ligeros al cabo de los que empezó a verter la bebida en la taza del huésped. La taza se llenó rápidamente, pero el maestro sin perder su amable y cortés actitud, siguió vertiendo el té. 

El líquido rebosó derramándose por la mesa y el profesor, que por entonces ya había sobrepasado el límite de su paciencia, estalló airadamente tronando así: 

 ¡ Necio ! ¿Pero no ves que la taza está llena y que no cabe nada más en ella?. 

Sin perder su ademán, el maestro así contestó: "Por supuesto que lo veo, y de la misma manera veo que no puedo enseñarte el zen. Tu mente ya está también llena".

Por: Marc E. Boillat de Corgemont Sartorio

Feliz Día, Paz y Amor.

viernes, 3 de abril de 2015

Totalmente pagado Mamá


Una tarde, un pequeño se acercó a su madre que preparaba la cena en la cocina, entregándole una hoja de papel en la que había escrito algo. 

Después de secarse las manos y quitarse el delantal, ella leyó lo que decía la nota:

- Cortar el césped del jardín… 15.00 $
- Limpiar mi cuarto esta semana… 5.00 $

- Cuidar de mi hermano… 5.00 $

- Ir a la panadería… 0.50 $
- Sacar la basura toda la semana… 2.50 $
- Libreta con buenas calificaciones… 50.00 $
- Limpiar el patio… 5.00 $
- TOTAL ADEUDADO… 83.00 $

La madre lo miró con fijeza mientras él aguardaba expectante. La madre tomó un lapicero y en el reverso de la misma hoja anotó:

- Por llevarte 9 meses en mi vientre y darte la vida… NADA
- Por tantas noches de desvelos, curarte y orar por ti… NADA
- Por la alegría y el amor de nuestra familia… NADA
- Por temor y preocupaciones cuando enfermabas … NADA
- Por comida, ropa y educación… NADA
- Por tomar tu mano y darte apoyo… NADA

Cuando el niño terminó de leer lo que había escrito su madre, tenía los ojos llenos de lágrimas.

La miró a los ojos y le dijo: “Te quiero mamá…”;

Luego tomó el lapicero y escribió con letra muy grande: “TOTALMENTE PAGADO”.

Moraleja: Así somos las personas, como niños, queriendo recompensa por las buenas acciones que hacemos.

Es difícil entender que la mejor recompensa es el AMOR y, que para nuestra suerte, es totalmente GRATIS!!!

Feliz día, Paz y Amor.