sábado, 8 de agosto de 2015

¿Qué se siente al ser vieja?


El otro día, una persona joven me preguntó: -¿Qué sentía al ser vieja?-

Me sorprendió mucho la pregunta, ya que no me consideraba vieja. Cuando vio mi reacción, inmediatamente se apenó, pero le expliqué que era una pregunta interesante. Y después de reflexionar, concluí que hacerse viejo es un regalo.

A veces me sorprendo de la persona que vive en mi espejo. Pero no me preocupo por esas cosas mucho tiempo. Yo no cambiaría todo lo que tengo por unas canas menos y un estomago plano. No me regaño por no hacer la cama, o por comer algunas "cositas" de más. Estoy en mi derecho de ser un poco desordenada, ser extravagante y pasar horas contemplando mis flores.

He visto algunos queridos amigos irse de este mundo, antes de haber disfrutado la libertad que viene con hacerse viejo.

-¿A quién le interesa si elijo leer o jugar en la computadora hasta las 4 de la mañana y después dormir hasta quien sabe qué hora?
 
Bailaré conmigo al ritmo de los 50's y 60's. Y si después deseo llorar por algún amor perdido...¡Lo haré!

Caminaré por la playa con un traje de baño que se estira sobre el cuerpo regordete y haré un clavado en las olas dejándome ir, a pesar de las miradas de compasión de las que usan bikini. Ellas también se harán viejas, si tienen suerte...

Es verdad que a través de los años mi corazón ha sufrido por la pérdida de un ser querido, por el dolor de un niño, o por ver morir una mascota. Pero es el sufrimiento lo que nos da fuerza y nos hace crecer. Un corazón que no se ha roto, es estéril y nunca sabrá de la felicidad de ser imperfecto. Me siento orgullosa por haber vivido lo suficiente como para que mis cabellos se vuelvan grises y por conservar la sonrisa de mi juventud, antes de que aparezcan los surcos profundos en mi cara.

Ahora bien, para responder la pregunta con sinceridad, puedo decir:
-¡Me gusta ser vieja, porque la vejez me hace más sabia, más libre!-
 
Sé que no voy a vivir para siempre, pero mientras esté aquí, voy a vivir según mis propias leyes, las de mi corazón. No pienso lamentarme por lo que no fue, ni preocuparme por lo que será. El tiempo que quede, simplemente amaré la vida como lo hice hasta hoy, el resto se lo dejo a Dios.


Anónimo

Llenando el Cántaro


Cuentan que una vez un hombre envió a su joven hijo a llenar un cántaro al río, y le dijo que volviera lo antes posible.

El joven obedeció y fue hacia el río mientras su padre le observaba de lejos.

Entonces éste vio a su hijo poniendo el cántaro debajo de una cascada, y la fuerza del agua fue tal y la cantidad tan grande que el líquido no logró entrar al recipiente pues su cuello era demasiado delgado.

Cuando el hijo llegó con el cántaro, le mostró como el cuello del mismo había sido roto por el fuerte y constante golpear del agua.

Además, este hecho provocó que el agua llegara turbia y sucia. El padre preguntó entonces:- "¿Por qué simplemente no sumergiste el cántaro en el río? No veías que el agua de la cascada era demasiada para el cuello del cántaro?".

El hijo contestó: "Sí, pero es que quería llenarlo lo más rápido posible".

Muchas veces en nuestras vidas tratamos de "llenarnos" a nuestro tiempo en un mundo acelerado y convulsionado. Dios conoce nuestra capacidad, y sabe que si hacemos las cosas como nosotros queremos podemos hacernos daño pues no estamos capacitados para hacerlo en ese momento, por eso logramos las cosas a medias y el agua que conseguimos no es pura ni cristalina, sino turbia.

Queremos tener todo "ya" y en el proceso muchas veces nos lastimamos por no dejar que Dios nos sumerja poco a poco en la corriente calmada del río.

¿Sabes ? Dios conoce tu capacidad, no quieras hacer las cosas en tu momento, pues Dios desea llenar tu cántaro hasta el tope, pero en SU momento y según TU capacidad.

domingo, 12 de julio de 2015

EL BAMBÚ JAPONÉS


No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.

También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada, jalándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: 

¡Crece!

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes:


Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.
En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas in-fértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!

¿Tardó sólo seis semanas crecer?

No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que este requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de quienes aspiran resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente respecto a que sólo llegan al éxito quienes luchan en forma perseverante y coherente y saben esperar el momento adecuado.

De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada esta sucediendo, y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que, en tanto no bajemos los brazos ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, sí esta sucediendo algo dentro de nosotros:ESTAMOS CRECIENDO, MADURANDO.

Si no consigues lo que anhelas, no desesperes, quizá sólo estés echando raíces...

jueves, 9 de julio de 2015

Las tres Rejas


El joven discípulo de un filósofo sabio llega a su casa y le dice:
-Maestro un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia...
-¡Espera! -lo interrumpe el filósofo-.
¿Hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
-¿Las tres rejas? -preguntó su discípulo.
-Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario...
-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces... -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

Mi Alma tiene prisa...


He contado mis años y he descubierto que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que he vivido hasta ahora...

Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido. 

No quiero estar en reuniones donde desfilan “egos”’ inflados.

No tolero a los manipuladores ni a los aprovechados.

Me molestan los envidiosos que tratan de desacreditar a los más capaces para apropiarse de sus puestos, sus talentos y sus éxitos.

Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…

Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.

Que sepa reírse de sus errores.

Que no se vanaglorie con sus triunfos.

Que no eluda sus responsabilidades.

Que defienda la dignidad humana.

Y que desee caminar al lado de la verdad y de la honradez.

Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas...

Gente a quien los duros golpes de la vida, le enseñaron a crecer.

Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.

Mi meta es llegar al final satisfecha y en paz con mis Seres queridos y con mi consciencia.

Basado en el texto titulado “El valioso tiempo de los maduros” del escritor brasileño Mario de Andrade (1893-1945).


martes, 7 de julio de 2015

LA BOLSA DE PAPAS


El tema del día era el resentimiento y el maestro nos había pedido que lleváramos papas y una bolsa de plástico. Ya en clase elegimos una papa por cada persona a la que guardábamos resentimiento. Escribimos su nombre en ella y la pusimos dentro de la bolsa. Algunas bolsas eran realmente pesadas. El ejercicio consistía en que durante una semana lleváramos con nosotros a todos lados esa bolsa de papas.

Naturalmente la condición de las papas se iba deteriorando con el tiempo. El fastidio de acarrear esa bolsa en todo momento me mostró claramente el peso espiritual que cargaba a diario y como mientras ponía mi atención en ella para no olvidarla en ningún lado, desatendía cosas que eran mas importantes para mi.


Todos tenemos papas pudriéndose en nuestra “mochila” sentimental. Este ejercicio fue una gran metáfora del precio que pagaba a diario por mantener el resentimiento por algo que ya había pasado y no podía cambiarse. Me di cuenta que cuando me llenaba de resentimiento, aumentaba mi stress, no dormía bien y mi atención se dispersaba.

Perdonar y dejarlas ir me lleno de paz y calma, alimentando mi espíritu. La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario a gotas pero que finalmente nos termina envenenando.

Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.

El perdón es una expresión de amor.

El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. No significa que estés de acuerdo con lo que paso, ni que lo apruebes. Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimo. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causan dolor o enojo.

La falta de perdón te ata a las personas con el resentimiento. Te tiene encadenado. La falta de perdón es el veneno mas destructivo para el espíritu ya que neutraliza los recursos emocionales que tienes.

El perdón es una declaración que puedes y debes renovar a diario. Muchas veces la persona mas importante a la que tienes que perdonar e es a ti mismo por todas las cosas que no fueron de la manera que pensabas.
“la declaración del perdón es la clave para liberarte”.
¿con que personas estas resentido? ¿a quienes no puedes perdonar? ¿eres tu infalible y por eso no puedes perdonar los errores ajenos?

Perdona para que puedas ser perdonado, recuerda que con la vara que mides, serás medido....


Zanahorias, Huevos y Café



Una hija se quejaba a su padre acerca de la dureza de la vida. No sabía cómo seguir adelante y, cansada de luchar, estaba a punto de darse por vencida. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.


El padre, un reconocido chef, la llevó a la cocina.


Llenó tres ollas con agua y las puso sobre un potente fuego. Cuando el líquido estaba hirviendo, echó zanahorias en la primera olla, una par de huevos en la segunda, y algunos granos de café en la tercera.

La hija esperó con impaciencia, preguntándose qué estaría haciendo su padre.
A los veinte minutos él apagó el fuego, puso las zanahorias en un recipiente y los huevos en otro, coló el café y lo sirvió en una jarra. Mirando a su hija, le preguntó:

Querida, ¿qué ves?

Zanahorias, huevos y café fue la respuesta.

El padre le pidió que tocara las zanahorias: estaban blandas.

Luego le dijo que rompiera un huevo: estaba duro.

Por último, le pidió que probara el café.

Ella sonrió, mientras disfrutaba el rico aroma de la bebida.

Humildemente, la joven pregunto:

¿Qué significa esto, papá?

Estos tres elementos, explicó él, se han enfrentado a la misma adversidad: el agua hirviendo y cada uno ha reaccionado en forma diferente:

La zanahoria, fuerte y dura, se tornó débil, fácil de deshacer.

El líquido del interior del huevo, protegido por una fina y frágil cáscara, después de estar sometido al intenso calor de los fogones de la cocina, se endureció.

Los granos de café transformaron el agua, convirtiéndola en la rica bebida que te reconforta y calienta.

¿Quién eres tú?, le preguntó el cocinero a su hija, cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿eres zanahoria, huevo o grano de café?