martes, 21 de abril de 2015

¿Contra quién luchamos?


Se cuenta lo que un anciano anacoreta o ermitaño  se refugió en la soledad de la montaña para dedicarse a la oración y a la penitencia.

Este ermitaño se quejaba muchas veces que tenía demasiado que hacer.

La gente le preguntó cómo era eso de que en la soledad y en la montaña tuviera tanto trabajo. 

Les contestó:

"Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león".

“No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives.”

“¿Dónde están todos estos animales?”

Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron:

“Porque estos animales los tienen todos los hombres, ustedes también.”

Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que domarlos para que sólo se lancen sobre una presa buena; son mis ojos.

Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir; son mis dos manos.

Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me guste; son mis dos pies.

Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista para morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula. Si no la vigilo de cerca hace daño; es mi lengua.

El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día; es mi cuerpo.

Finalmente necesito domar al león que quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso; es mi corazón.

Anónimo

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