lunes, 27 de abril de 2015

El Espejo

Había una vez un anciano que pasaba los días sentado junto a un pozo de agua a la entrada de un pueblo.

Un día, un joven se le acercó y le preguntó:
-Yo nunca anduve por estos lugares. ¿Cómo son sus habitantes?

El anciano le respondió con otra pregunta:
-¿Cómo son los de la ciudad de la que vienes?

-Egoístas y malvados. Por eso me siento contento de haber salido de allí -le dijo el muchacho.
-Así también son los habitantes de esta ciudad -respondió el anciano.

Tiempo después, se le acercó otro joven y le hizo la misma pregunta:

-Acabo de llegar a este lugar, ¿Cómo son sus habitantes?

El anciano, nuevamente contestó:
-¿Cómo son los de la ciudad de donde vienes?

-Son buenos, generosos, hospitalarios, honestos y trabajadores. Allí tengo tantos amigos que me ha costado mucho irme –afirmó el muchacho.

-También los habitantes de esta ciudad son así -contestó el anciano.

En cuanto el joven se alejó, un hombre que había llevado a sus animales a tomar agua al pozo y que había escuchado ambas conversaciones, le preguntó: 
¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes ante la misma requisitoria?

Verás -le respondió-, cada uno lleva el universo en su corazón. 
Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí. En cambio, aquel que tenía amigos en su ciudad, también los encontrará aquí. Porque las personas son las que encuentran en si mismas, encuentran siempre lo que esperan encontrar.

Anónimo


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